martes, 12 de junio de 2012

Batalla de Zama

La Batalla de Zama (19 de octubre del 202 a. C.), representó el desenlace de la Segunda Guerra Púnica. En ella se enfrentaron el general cartaginés Aníbal Barca y el joven Publio Cornelio Escipión, "el Africano Mayor", en las llanuras de Zama.Aníbal poseía varios elefantes en su ejército y eran muy temidos por los romanos. Cuando los elefantes fueron hacia los romanos, éstos, comandados por Publio Cornelio Escipión, apodado "El Africano"; realizaron la estrategia de abrir pasillos entre sus filas para dejar pasar a los elefantes. Aunque hubo numerosas bajas entre los romanos, pudieron neutralizar el temido ataque de los paquidermos. Los que no fueron alcanzados y muertos huyeron despavoridos hacia el desierto. Tras esto se desarrolló una cruel batalla en la que Escipión al final mandó realizar una maniobra envolvente con los vélites, triarios, principes y hastatis; la contienda estaba igualada hasta que regresó Cayo Lelio al mando de la caballería y se decidió la batalla. Aníbal huyó con parte de sus tropas. Aníbal formó a sus 37.000 infantes (50.000, según Apiano) en tres líneas, 3.000 jinetes a los flancos y alrededor de 80 elefantes5 en el frente. Este número de elefantes es mucho mayor que el que normalmente utilizaba Aníbal. Escipión formó alrededor de 20.000 legionarios, más 14.000 auxiliares, y la caballería, que comprendía 6.000 jinetes númidas traídos por Masinisa6 y 2.700 equites romanos. Los cartagineses formaron 3 unidades colocando a los 80 elefantes al frente; la primera unidad estaba formada por la cifra de 12.000 mercenarios infantes entre ligures, galos, mauritanos y baleares;4 7 la segunda, por africanos y cartagineses, de los cuales, entre éstos últimos, había 10.000 ciudadanos que iban a luchar para defender su tierra,8 y una legión de 4.000 macedonios9 al mando de Sópatro;10 y la tercera unidad estaba formada por 15.000 a 18.000 infantes veteranos de Aníbal,4 8 en su gran mayoría brutios, directamente bajo sus órdenes. Los romanos adoptaron la disposición clásica de batalla de la legión, denominada triplex acies: con los jabalineros hastati en primera línea, los veteranos príncipes en segunda, y los lanceros triarii, armados con lanzas largas, detrás. Las unidades se encontraban separadas por pequeños pasillos que les permitían maniobrar, por los cuales debían escapar los hostigadores vélites cuando la carga cartaginesa se hiciera insostenible, al mismo tiempo que evitarían que los elefantes rompieran la formación. Con ambos ejércitos frente a frente, los romanos soplaron los cuernos de batalla. Cundió el nerviosismo entre algunos de los elefantes - pues habían sido capturados recientemente -, que retrocedieron en estampida contra la propia caballería númida de Tiqueo, creando un gran desorden. Escipión tomó dos medidas geniales para contrarrestar el ataque de los elefantes: ordenó a sus hombres bruñir corazas, cascos y cualquier cosa de metal, de tal modo que el sol se reflejara en ellos y deslumbrara a los animales, y tomó asimismo la compañía de músicos y los llevó a vanguardia, donde sus cuernos y trompetas espantaron a los animales de la izquierda, de tal modo que retrocedieron y sembraron la confusión entre la caballería númida. Masinisa ordenó cargar a su caballería númida contra la menos numerosa de Tiqueo. Los elefantes, lanzados a la carga contra la infantería romana, tuvieron un efecto limitado gracias a los pasillos que había dejado Escipión. Atacados desde los flancos por las lanzas de los legionarios, los elefantes murieron o retrocedieron hacia las líneas cartaginesas. La caballería italiana de Lelio atacó, persiguiendo a los jinetes cartagineses fuera del campo de batalla. Los supervivientes del ejército de Magón se lanzaron contra los hastati, acabando con gran número de ellos. Aníbal ordenó avanzar a la segunda unidad para apoyar el ataque; sin embargo, los legionarios romanos comenzaron el contraataque antes de que llegara el apoyo. Provistos de sus escudos corporales, consiguieron rechazarles. Esta falta de cooperación sembró la semilla del caos en las filas púnicas, que se vieron obligadas a retroceder. Mientras tanto, los legionarios de Escipión acosaron a sus enemigos en retirada hasta que recibieron la orden de repliegue. Una vez establecidos los cartagineses en posiciones más retrasadas, los romanos lanzaron una nueva ofensiva. Aníbal, deduciendo que sería necesaria una defensa firme, dispuso a su infantería veterana al frente, formando una fila perfecta de lanzas. Los oficiales púnicos dieron órdenes a las tropas en retirada de bordear a la tercera unidad. El campo se hallaba cubierto de sangre y cadáveres, de modo que los veteranos hubieron de mantenerse a la defensiva. La entrada en combate de los veteranos de la guerra en Italia, desgastadas las menos numerosas tropas de infantería romanas, inclinó la balanza del lado de Aníbal, cuyas tropas comenzaron a ganar terreno. a caballería romana de Lelio y los jinetes númidas de Masinisa, ya reorganizados tras la persecución de los jinetes de Tiqueo, regresaron en aquel momento al campo de batalla. Atacaron la formación compacta de los cartagineses desde la retaguardia, de manera que se produjo el colapso del ejército de Aníbal, quien hubo de huir a Hadrumentum, pues las tropas de Escipión aún les influían temor de una posible persecución. Tras unos días regresarían a Cartago derrotados. Las bajas cartaginesas se elevaban a alrededor de 20.000 muertos,11 junto con 11.000 heridos y 15.000 prisioneros. Los romanos capturaron también 133 estandartes militares y once elefantes. Por otro lado, entre las filas romanas hubo 1.500 muertos12 y 4.000 heridos. Además de las importantes muertes de sus más leales oficiales, de los cuales sólo se pudieron salvar Cayo Lelio y Silano.

Batalla de Cartago

La batalla de Cartago se libró en 698 entre los ejércitos bizantinos del Exarcado de África y los musulmanes del Califato Omeya. Habiendo perdido los bizantinos la ciudad de Cartago ante los musulmanes, el basileus (emperador) Leoncio envió la armada bajo el mando de Juan el Patricio y el estratego Tiberio Apsimaro. Entraron en el puerto y con éxito y recuperaron la ciudad en un impresionante ataque por sorpresa. Los ciudadanos de la ciudad se regocijaron y las fuerzas árabes huyeron a Kairuán. Como Gibbon escribe: «los cristianos desembarcaron; los ciudadanos saludaron a la insignia de la cruz, y el invierno fue perezosamente perdido en el sueño de la victoria o la liberación».[cita requerida] El emir Hasan ibn al-Nu'man estaba en misión de pacificación del Magreb, pero se retiró de la campaña en el campo para enfrentar el renovado desafío romano al emergente califato. En Kairuán, comenzó los planes para volver a tomar Cartago en la siguiente primavera[cita requerida]. Se estima que encabezó una fuerza de 40000 hombres[cita requerida]. Los bizantinos hicieron un llamamiento de ayuda a sus aliados tradicionales, los nativos bereberes, e incluso a sus enemigos los visigodos y los francos. A pesar de haber recuperado la ciudad, los bizantinos estaban en desorden debido a la amarga lucha que caracterizaba al Imperio y así perdieron gran parte de su fuerza[cita requerida]. El anterior exarca, Gennadius, había sido un traidor a la causa cristiana, desertando ante los musulmanes y convirtiéndose en su vasallo. El rey de los visigodos, Witiza, envió una fuerza de 500 guerreros con el fin de ayudar a defender Cartago, quizás para comprobar la creciente amenaza musulmana, que, tan cerca de la Hispania visigoda, estaba desgajando grandes trozos del Imperio bizantino. Hasan, enfurecido por tener que volver a tomar una ciudad que no se había resistido a la toma del control por los bizantinos, no ofreció más alternativa que la capitulación o la muerte. El emperador Leoncio, conocido por su dura reacción al fracaso, también había dado instrucciones a sus fuerzas de conseguir la victoria o la muerte. Los bizantinos hicieron una salida y presentaron batalla a los árabes directamente, pero fueron derrotados. Más tarde prefirieron incitar a la rebelión a través de los príncipes bereberes. El comandante bizantino Juan decidió esperar al sitio tras de los muros de Cartago y dejar que los árabes se agotaran por sí mismos, ya que los sitiados podrían seguir siendo reaprovisionados por mar. Los defensores se enfrentaron con una abrumadora fuerza desplegada por Hasan, con feroces ataques donde sus hombres trataban de escalar continuamente las murallas con escalas. Los árabes combinaban sus asaltos por tierra con un ataque desde el mar, que hizo que que Juan y Apsimaro temieran ser atrapados dentro de la ciudad. Sin embargo, la determinación de los defensores terminó con la segunda y última gran destrucción de Cartago. Los bizantinos se retiraron a las islas de Córcega, Sicilia y Creta para resistir la expansión musulmana y esperar ayuda del emperador.

Batalla de Cannas

La batalla de Cannas (o Cannæ) tuvo lugar el 2 de agosto del año 216 a. C., entre el ejército púnico, comandado por Aníbal Barca, y las tropas romanas, dirigidas por los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo, en el marco de la Segunda Guerra Púnica. Desarrollada en la ciudad de Cannas, en Apulia, al sudeste de Italia, la batalla terminó con la victoria del ejército cartaginés, a pesar de la acusada inferioridad numérica de éstos. Tras la misma, Capua y varias otras ciudades estado italianas abandonaron el bando de la República romana. Aunque la batalla no supuso la victoria final cartaginesa en la Segunda Guerra Púnica, se la recuerda como uno de los más grandes eventos de táctica militar en la historia, y la más grande derrota de la historia de Roma. Tras recuperarse de las pérdidas de las anteriores batallas y, en concreto, de la batalla del Trebia (218 a. C.) y la batalla del Lago Trasimeno (217 a. C.), los romanos decidieron enfrentarse a Aníbal en Cannas con aproximadamente 87.000 soldados romanos y aliados. Con su ala derecha desplegada cerca del río Aufidus (hoy llamado río Ofanto), los romanos colocaron a su caballería en los flancos y agruparon su infantería pesada en el centro, en una formación con mayor profundidad de lo normal. Para contrarrestar ese plan, Aníbal utilizó una táctica de tenaza: tras colocar a la infantería, en la que confiaba menos, en el centro, con los flancos compuestos de caballería cartaginesa, sus líneas fueron adoptando una forma de luna creciente, haciendo avanzar a sus tropas veteranas de los laterales. En el momento álgido de la batalla, las tropas cartaginesas del centro de la formación se retiraron ante el avance de los romanos y, al avanzar éstos, se encontraron sin darse cuenta dentro de un largo arco de enemigos que les rodeaban. Atacados desde todos los flancos y sin vía de escape, el ejército romano fue destruido. Se estima que entre 60.000 y 70.000 romanos murieron o fueron capturados en Cannas, incluyendo al cónsul Lucio Emilio Paulo y a ochenta senadores romanos.

Batalla de las Termópilas

La batalla de las Termópilas fue una confrontación de la Segunda Guerra Médica en la que se enfrentaron una alianza de polis griegas lideradas por Esparta y el Imperio persa de Jerjes I. La batalla duró tres días y se desarrolló en el paso de las Termópilas (cuyo nombre se traduce por Puertas Calientes - de θερμός,-ή,-όν caliente y Πύλη,ης puerta; derivaba de los manantiales cálidos que existían allí), en agosto o septiembre de 480 a. C.. En esas mismas fechas tenía lugar la batalla de Artemisio. La invasión persa fue una respuesta tardía a la derrota sufrida en la Primera Guerra Médica, que había finalizado con la victoria de Atenas en la batalla de Maratón. Jerjes reunió un ejército y una armada inmensas para conquistar la totalidad de Grecia y, como respuesta a la inminente invasión, el general ateniense Temístocles propuso que los aliados griegos bloquearan el avance del ejército persa en el paso de las Termópilas, a la vez que bloqueaban el avance de la armada persa en los estrechos de Artemisio. Un ejército aliado formado por unos 7.000 hombres aproximadamente marchó al norte para bloquear el paso en el verano de 480 a. C. El ejército persa, que conforme a las estimaciones modernas estaría compuesto por unos 300.000 hombres, llegó al paso a finales de agosto o a comienzos de septiembre. Enormemente superados en número, los griegos detuvieron el avance persa durante siete días en total (incluyendo tres de batalla), antes de que la retaguardia fuera aniquilada. Durante dos días completos de batalla, una pequeña fuerza comandada por el rey Leónidas I de Esparta bloqueó el único camino que el inmenso ejército persa podía utilizar para acceder a Grecia. Tras el segundo día de batalla, un residente local llamado Efialtes traicionó a los griegos mostrando a los invasores un pequeño camino que podían utilizar para acceder a la retaguardia de las líneas griegas. Sabiendo que sus líneas iban a ser sobrepasadas, Leónidas despidió a la mayoría del ejército griego, permaneciendo para proteger su retirada junto con 300 espartanos, 700 tespios, 400 tebanos y posiblemente algunos cientos de soldados más, la mayoría de los cuales murieron en la batalla. Tras el enfrentamiento, la armada aliada en Artemisio recibió las noticias de la derrota en las Termópilas. Dado que su estrategia requería mantener tanto las Termópilas como Artemisio, y ante la pérdida del paso, la armada aliada decidió retirarse a Salamina. Los persas atravesaron Beocia y capturaron la ciudad de Atenas, que previamente había sido evacuada. Sin embargo, buscando una victoria decisiva sobre la flota persa, la flota aliada atacó y derrotó a los invasores en la batalla de Salamina a finales de año. Temiendo quedar atrapado en Europa, Jerjes se retiró con la mayor parte de su ejército a Asia, dejando al general Mardonio al mando del ejército restante para completar la conquista de Grecia. Al año siguiente, sin embargo, los aliados consiguieron la victoria decisiva en la batalla de Platea, que puso fin a la invasión persa. Tanto los escritores antiguos como los modernos han utilizado la batalla de las Termópilas como un ejemplo del poder que puede ejercer sobre un ejército el patriotismo y la defensa de su propio terreno por parte de un pequeño grupo de combatientes. Asimismo, el comportamiento de los defensores se ha utilizado como ejemplo de las ventajas del entrenamiento, el equipamiento y el uso del terreno como multiplicadores de la fuerza de un ejército, y se ha convertido en un símbolo de la valentía frente a la adversidad insuperable.

Presentación

En este blog el tema principal va a ser grandes batallas de la historia, comenzando desde la edad antigua.